El contrato para la realización del reloj se firmó el 20 de marzo de 1590. Lo fabricó Antonio de Villafranca, cerrajero, vecino de León. Se le exigió que: “debía ser tan bueno como el reloj de la catedral de León”. Se acabó en 1599. En la leyenda dice: “Hubo este año peste general en España y costó la libra de pan un real”.

La torre fue realizada en 1590. El reloj costó 1.500 ducados. No se pudo poner en la torre de la iglesia por lo que hubo que construir una nueva torre. Para pagarla se pidió un préstamo a Juan de Mansilla. Está hecha de tapia, con un grosor de más de un metro y una altura superior a los 17,5 metros. Actualmente se encuentran recubiertas sus paredes con ladrillo visto.

Las pesas daban fuerza al reloj (antes eran cestas con piedras). Se subían cada 24 horas o menos, mediante una manivela. Al ir bajando por la gravedad, ésta fuerza se transmite a los engranajes (tren). Tiene dos trenes: de movimiento o reloj y sonería. El de reloj engloba desde su pesa al regulador, mientras que el de sonería mueve el mecanismo sonoro, es decir desde la rueda contadera a la campana. Para dar regularidad al reloj se instaló el regulador o foliot que consiste en un balancín dotado de contrapesos. Es el antecesor del péndulo, inventado en 1656 por Huygens.

Está construido en hierro y contenido en un armazón o jaula del mismo metal. Los encajes de la jaula se aseguran mediante chavetas, por eso no tiene tornillos. La esfera del reloj es reciente, del siglo XX, pues orientaban los sonidos que producía.

El mantenimiento ha sido fundamental para su conservación. Los vecinos se han encargado a lo largo del tiempo de engrasar el reloj, darle cuerda, subir las pesas, sustituir las piezas desgastadas, además de ajustarlo a las horas. Ha servido para la ordenación de los trabajos en el campo y la organización de las faenas comunales. Asimismo es motivo de orgullo para los vecinos.